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Ha sido el primero acto de la cuarta edición de '1829, Torrevieja tiembla', que cada año organiza la asociación cultural 'Ars Creatio'

La Sociedad Cultural Casino de Torrevieja ha acogido este viernes la conferencia ‘¿Qué sabemos del terremoto de 1829 y qué hemos aprendido de él?‘, pronunciada por el geólogo Nahúm Méndez Chazarra. Este acto ha sido el primero de la cuarta edición de ‘1829, Torrevieja tiembla’, que cada año organiza la Asociación Cultural ‘Ars Creatio’, y que continua este fin de semana con dos rutas históricas por la ciudad.

El acto ha contado con la asistencia de numeroso público, entre el que se encontraba Josefina Nieto, presidenta de ‘Ars Creatio’, Miguel Albentosa, presidente de la entidad anfitriona, asistieron los concejales torrevejenses José Antonio Quesada, Federico Alarcón y Diana Box, así como la edil rojalera, Inmaculada Chazarra, y el jefe del Parque de Bomberos de Torrevieja, Mariano Caballero.

En su instructiva y completísima charla, tomando como referencia -desde los testimonios históricos hasta las investigaciones actuales- el que asoló la Vega Baja el 21 de marzo de 1829, Nahúm Méndez ha tratado la importancia de conocer los terremotos para actuar con prevención ante ellos. En una época en que estaba naciendo la geología como ciencia, se creía que los seísmos eran consecuencia -anteriormente, según los griegos, de vientos movidos por grutas interiores; y según los árabes, de gases atrapados- de fuegos subterráneos provocados por distintas sustancias químicas que entran en contacto. Así lo refería en su informe el propio Larramendi, que además pedía que ‘cual otro Franklin, inventase alguno un paraterremotos que nos libertase de sus terribles efectos’.

Nahúm Méndez Chazarra aborda el terremoto de 1829 en Torrevieja
Nahúm Méndez ha resaltado la importancia de conocer los terremotos para actuar con prevención ante ellos. /TCVB

Hoy sabemos que son producto de la liberación de la energía acumulada por las rocas en su movimiento. El planeta está vivo, tiene placas con energía interna, y las rocas generan tensiones al separarse y juntarse. En la Vega Baja existen importantes fallas, que acumulan energía por la presión del continente africano. Aunque la tragedia de la que hablamos es conocida por el terremoto de Torrevieja por ser el nuestro el pueblo más afectado, aun hoy se ignora el lugar exacto del epicentro y cuál fue la falla que lo causó. A pesar de la profusión de referencias, también existen contradicciones y no todas se pueden confirmar.

Las escalas utilizadas son las de magnitud (o de Richter, que mide la energía liberada) y la de intensidad (efectos sobre edificaciones y personas). Como la primera no se había desarrollado hace casi dos siglos, la reconstrucción ha de efectuarse sin sismómetros. Para los terremotos del pasado, la geología se desarrolla en tres apartados según donde sean reconocibles los terremotos: paleosismicidad (en el registro geológico, para lo cual se excavan trincheras y se observa el subsuelo), arqueosismicidad (en zonas arqueológicas, las construcciones humanas) y la sismicidad histórica (testimonios, crónicas, noticias). En cuanto a esta última, cabe recordar la referencia de Al-Udri sobre el terremoto de 1048 en nuestra comarca; y otra, recogida por Vidal Tur, de enero de 1673. El insigne matemático español, Julio Rey Pastor, recabó datos para calcular (1943) la intensidad del terremoto objeto de la conferencia. Recientemente (2004), Mezcua y otros autores la han acotado entre 6’1 y 6’3. A este respecto, se estima que dicho seísmo liberó 44 veces más energía que el de Lorca de 2011.

La sismicidad histórica nos puede ayudar en la prevención -la predicción continúa siendo inviable-, de ahí la importancia del detallado estudio de este y otros fenómenos similares. La importancia de reconstruir la historia sísmica radica en valorar el riesgo y actuar en consecuencia si vuelve a ocurrir. En un trabajo de Martínez Solares, se recuerda que, entre otros de la Vega Baja, Torrevieja sufrió un terremoto, si bien de menor intensidad, el 1 de julio de 1909. Entre los documentos periodísticos, el ponente expuso unos fragmentos muy interesantes de la ‘Gaceta de Bayona’, ‘The Morning Journal’ y el ‘Diario Balear’. Éste contaba que «los pueblos de Benijófar, Formentera, Rojales, Guardamar y Torrevieja, se asegura que ya no existen». Resulta asimismo significativo el detalle de que Larramendi, en su memoria, anotara 534 casas asoladas y ninguna quebrantada, precisamente por la razón de que ninguna había quedado en pie. De los cráteres salía agua, sedimentos -confundidos con lava volcánica- y materia en descomposición, que le daba una tremenda fetidez. La proximidad de la capa freática producía esta apariencia de volcanes de arena.

Entre los efectos del terremoto, hay que considerar los producidos con posterioridad. Aunque en el de Torrevieja no hubo tsunami -quizá porque el epicentro se hallaba tierra adentro-, sí afectó a las lagunas y, en consecuencia, a la producción de sal. Durante años se perdió la cosecha, con el hundimiento económico que acarreó. Además, el derrumbamiento de molinos hizo imposible la labor con la harina. El ingeniero de minas madrileño, Casiano de Prado, dejó escritas en 1863 (más de treinta años después) estas consecuencias. El nivel del terreno se alteró, hasta el extremo de que el suelo de Torrevieja llegó a elevarse sobre un palmo. Otros efectos pueden ser la licuefacción de la superficie -con resquebrajamiento de edificaciones– y el oleaje en lagos, cuando el agua sale de su cuenca con el movimiento adquirido.

Aunque no debemos vivir con miedo, hemos de tener en cuenta el evidente riesgo sísmico de nuestra tierra. Nahúm Méndez concluyó su conferencia con lo que hemos aprendido, recordando el urbanismo de Larramendi -su emblemático plano hipodámico- para proteger a las personas. Debe planificarse cualquier construcción (edificios de viviendas, escuelas). Informó del proyecto de red sísmica para la Vega Baja, mostrando al público uno de sus nuevos sismógrafos, dotados de sensores que reciben las vibraciones y las convierten en electricidad. De esta manera, obtenemos datos instantáneamente, no sólo de movimientos sísmicos, sino también de los producidos por la actividad humana o los fenómenos meteorológicos. Una reflexión de Casiano de Prado sigue vigente en la actualidad: «Si el hombre no puede hacer que no haya terremotos, también le es dable aminorar no en pequeña parte sus estragos».

Con las preguntas del público, nos enteramos de que se han llegado a medir las vibraciones producidas por un gol en el estadio del Fútbol Club Barcelona, y hasta por los picudos rojos en las palmeras. No faltaron las recomendaciones en caso de terremoto, como guarecerse bajo una mesa de madera resistente y la fijación de los muebles a la pared para evitar que se desprendan, o la de buscar una cuesta arriba si en la playa nos sorprende un tsunami. Después del prolongado aplauso de los asistentes, Josefina Nieto, presidente de ‘Ars Creatio’, subrayó en su intervención la llamada recibida para colaborar de parte de la Concejalía de Seguridad y Emergencias.

Gracias a Nahúm Méndez Chazarra, podemos afirmar que sabemos -y sabremos- más del terremoto que la propia gente de la que se dice que se acuerda de cuando se cayó el pueblo.

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