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En la comarca de la Vega Baja han salido varios profesionales del teatro y del cine, y más concretamente de Orihuela hay actores importantes, como, por ejemplo, Elena Rayos y Alejandro Sigüenza. Hay otros que pasan más desapercibidos pero también realizan un papel fundamental porque participan y han creado compañías pequeñas o se dedican a la enseñanza de la interpretación. Es el caso de la actriz oriolana y licenciada en la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia, Rosana Bailén, directora y profesora del taller de teatro de la Escuela de Adultos del instituto Tháder, de Orihuela. Lleva ya cinco cursos como responsable.

Pregunta: En Orihuela, una ciudad no muy grande, han salido actores reconocidos, ¿crees que existen los mimbres necesarios para que salgan más?

Rosana Bailén: Claro que sí, tenemos en nuestra ciudad jóvenes y grandes talentos intentando hacerse hueco en el mundo artístico. Elena Rayos y Alejandro Sigüenza son los más visibles porque viven y trabajan los dos en Madrid y se lo están currando mucho. Hay gente muy válida. La sensación que me da es que culturalmente Orihuela tiene cosas muy buenas. Tiene escritores buenos, directores, actores, pero somos muy pequeños. Las cosas no se valoran lo suficiente. Es necesario irse a ciudades más grandes donde se pueda ver un poco más lo que haces. Me siento muy orgullosa de tener gente de Orihuela o compañeros que veo en televisión o por los escenarios del mundo. Este año ha sido muy bueno en cuanto a series españolas, por lo menos a mi parecer, como ‘El ministerio del tiempo’, ‘Águila roja’ y ‘El Caso’, entre otras. Hay series españolas con un carácter muy bueno y cuando veo a compañeros triunfando y trabajando en puestos destacados, me siento muy orgullosa y me digo «a esta persona la conozco, mira que bien trabaja». Tenemos gente muy buena aquí, que lo hace muy bien, que se mueve mucho y se arriesga. Pero a nivel pequeño, lo que hago en Orihuela es intentar que la gente conozca la disciplina artística, trabajar lo más básico. A partir de ahí ya pueden salir, pueden crecerles las alas y pueden volar todo lo alto que quieran.

 

P.: Aparte de tu formación académica, ¿cuál es tu experiencia en el mundo de la interpretación o qué otros cursos has realizado?

R. B.: Lo que intento es ir ampliando el currículum porque es bueno renovarse. Siempre hay qué hacer, en este oficio nunca se deja de aprender. Cuando terminé la licenciatura en la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia, decidí meterme en la universidad de educación y sacarme el CAP (Curso de Adaptación Pedagógica) porque sentía la vocación de enseñar. A partir de ahí, trabajé como profesora con grupos de niños más desfavorecidos que querían sacarse el graduado escolar en el colegio San José Obrero con los que estuve dos años. Les enseñaba Lengua y Literatura y un poco de Historia. Al margen de eso siempre he estado trabajando con grupos. Por esa época ya estaba en la Escuela Municipal de Cox con tres grupos de trabajo de diferentes edades, de niños de 6 a 12 años, uno juvenil de 12 a 18 y otro de adultos, el cual mantengo hoy en día. Luego, poco a poco fueron saliéndome cosas, grupos de trabajo para hacer teatro, al margen de lo que pueda hacer como actriz, ya que no dejo nunca de cultivar ese aspecto, porque creo que es muy positivo enseñar a la gente lo que estás viviendo o aprendiendo. Cuando lo sufres en tus carnes y vas viendo los problemas que tienes, es más fácil enseñar a los demás: «Haz esto por aquí o intenta lo otro». Se pueden dar soluciones y respuestas.

 

P.: ¿Desde cuándo te atrae el teatro?

R. B.: Teatro he hecho siempre. Mi primera obra fue ‘Las brujas’, cuando tenía 8 años en un curso de verano. De ahí fui enganchando una con otra hasta que terminé la selectividad. En casa querían que hiciera una carrera. Empecé ‘Información y turismo’ en Murcia, pero me lo replanteé. Desde el principio tenía lo tenía claro. Hacer personajes era lo que más me motivaba. Desde muy pequeña yo veía que tenía cierta intuición y facilidad para construir personajes, para ponerme en riesgo y me decía: «tengo que salir y tengo que hacerlo bien y que se me entienda». Me presenté a las pruebas y por suerte o por desgracia me cogieron. La verdad es que el futuro es incierto, pero no sólo para las disciplinas artísticas, en cualquier ámbito y aún más en los tiempos que corren. Tienes que apostar por algo y si es en lo que te gusta, mejor. La vida te va llevando y hay un momento en el que tienes que elegir. Hay que optar por lo que quieras luchar y de ahí ya se verá.

 

P.: ¿Cómo empezaste en el taller de teatro de la Escuela de Adultos?

R. B.: Empecé de una manera muy natural. Me llamó el profesor que estaba allí de Lengua y Literatura y me propuso si quería participar en una lectura dramatizada de poesías de Miguel Hernández en la semana cultural. A raíz de ahí, se propuso realizar un curso, un taller de teatro para los alumnos que quisieran venir. Allí también hacen varias actividades, pintura, fotografía, informática, entre otras. La Escuela de Adultos tiene una amplia oferta de actividades. Estoy encantadísima en ella, me siento muy orgullosa de trabajar en mi ciudad y de representar las obras en el Teatro Circo, el cual he visto y he pisado desde que era muy pequeña.

 

P.: ¿En qué consiste el taller de teatro de la Escuela de Adultos?

R. B.: Lo que hacemos básicamente es crear un buen grupo de trabajo. Cada año hay gente que viene nueva y otra que se queda del curso anterior. Lo primero que hacemos son dinámicas y juegos para crear un grupo de personas con un objetivo común, que es divertirse. Por eso a mi me gusta tanto mi trabajo, eso es lo bueno, aunque hay otras partes que son más estresantes. Tenemos que jugar, divertirnos y conocernos. Ahí empezamos a usar técnicas y a ponernos a prueba. No nos damos cuenta de que realmente estamos aprendiendo un montón de cosas, porque estamos continuamente jugando. Aprenden a conocerse a uno mismo, a hablar en público, a resolver cuando se tiene algún problema, a mostrarme sin vergüenza, a volver a caminar. El que vayamos al Teatro Circo y que de repente montemos una obra es muy chulo porque además el teatro que tenemos en Orihuela es precioso. El que puedan ir sus familias a verles y disfrutad de las instalaciones es alucinante pero antes hemos hecho mucho trabajo previo. Hacemos clases teóricas, en las que aprendemos qué es el teatro y cómo se fundamenta, y clases lógicamente prácticas en las que ellos tienen una parte creativa, ya que también elaboran una pequeña escena con varias técnicas para que sepan qué tienen que hacer. Montamos una obra todos los años y la mostramos. A todos nos gusta esa parte, si llega, pero la diversión comienza desde el principio.

 

P.: ¿Cómo eliges las obras cada año?

R. B.: Depende de muchos factores, pero en principio contamos con un número de personas y con que todas deben actuar. Aunque sea un papel muy pequeño, todos deberían tener esa responsabilidad. Me he enfrentado a retos muy grandes porque ha habido años que todos los alumnos han sido mujeres. Siempre puedes montar ‘La casa de Bernarda Alba’, pero me gustaba darle un punto diferente. He intentado buscar cosas que me resultaran atractivas, que me motivaran y que transmitieran algún mensaje. El teatro no es sólo subirse al escenario, aprenderse un texto y decirlo. El teatro tiene múltiples finalidades y el público es los más motivador.

 

P.: ¿Qué dicen los participantes al acabar el taller? Supongo que habrá para todos los gustos.

R. B.: Para la mayoría es una experiencia muy potente y genuina. Hay alumnos que renuevan todos los años y otros que se lo piensan. A veces se ve el teatro como algo muy frívolo o es la sensación que me da, pero requiere de una disciplina fuerte, ya que tienes que ir a los ensayos siempre, no puedes faltar, no sólo por ti, tus compañeros dependen de ti. Además de aprender el texto, hay movimientos, gestos que hacer y otros que no. Es un cúmulo de muchas cosas. Luego, está la presión de mostrar el trabajo a los demás, llega el momento, el día programado, es una gran responsabilidad. Pero, en líneas generales, tengo el buen sabor de boca de este año pasado. Ha sido estupendo, ha habido un ‘feeling’ buenísimo, con situaciones muy divertidas, se ha creado muy buen rollo dentro del grupo. Espero que podamos repetir. No sé si se hará o no el año que viene. El curso depende de la gente que se apunte.

 

P.: ¿Cuál es la motivación de las personas que se apuntan al taller de teatro?

R. B.: La mayoría de la gente que participa en el taller se presenta porque tiene problemas de timidez o no se relaciona con mucha gente, aunque las razones son inmensas. Intento tratar a la gente que viene como si fuera realmente a entrenarse como actores y los preparo para eso. No sé lo que va a salir de ahí. Lo que sí intento es que en trabajos en los que participo o que me piden colaboraciones puedan participar alumnos que componen los talleres, como de extras o figurantes. Lo hago siempre dentro de las cosas profesionales o semiprofesionales que a mi me rozan. Pasó, por ejemplo, en la película que se rodó en Cox de Martha Pilson, que fue ‘script’ del director Martin Scorsese durante años. Vino a hacer una película con un reparto de ingleses. Todos los actores iban caracterizados de militares, como si estuvieran en Afganistan. La película se llama ‘Tomorrow’ y necesitaban extras. Contactaron conmigo porque sabían que era la profesora del taller de teatro del pueblo y me dijeron que necesitaban un número de niños, un conductor de camión, así que tiré de donde conozco. Avisé a todo mi grupo, les hicieron pruebas de vestuario, de cámara y hubo gente que participó de San Miguel de Salinas y de Cox. La gente estaría encantada, si por aquí vinieran proyectos más profesionales.

 

P.: Aparte de los grupos de teatro que estás dirigiendo en Orihuela y Cox, ¿tienes algún otro en la comarca de la Vega Baja?

R. B.: Actualmente también estoy dirigiendo a un grupo de San Miguel de Salinas, que se llama ‘Los Impuntuales Teatro’. Es una asociación cultural que les apasiona hacer teatro. Todos los años tenemos proyectos en marcha. El último montaje fue una adaptación de ‘El mercader de Venecia’. Actualmente estamos montando ‘El principito’, que queremos representarla para las navidades. Con esta obra hacemos teatro familiar para que puedan venir los papás con los niños.

 

P.: Además del teatro, has hecho cortometrajes, como ‘La disculpa’ y ‘Un pie en el estribo’, de Samuel Cámara. ¿Cómo empezaste en el cine?

R. B.: Siempre he hecho teatro, me gusta mucho, y además me encanta motivar a la gente para que se suba al escenario también. Veía que lo necesitaba, creo que en esta profesión no te puedes acomodar nunca, siempre tienes que buscar cosas que te hagan moverte, que te hagan pensar. En el caso de los cortos nunca me había puesto delante de una cámara porque no era un medio en el que me sintiera demasiado cómoda. Arriba en el escenario es más hacia fuera y delante de la cámara es más hacia dentro. A mi me costaba muchísimo después de estar tanto tiempo expresando a lo grande, hacer las cosas más pequeñas. Un día se presentó esa oportunidad. Había trabajado con gente de Beniel y les había montado, por ejemplo, ‘Calígula’, de Albert Camus, sobre todo, mientras estaba en la escuela aprendiendo. Me ofrecieron un papel en los proyectos que llevaban en marcha y acepté. Ellos me conocían, sabían cómo trabajaba. El director, Samuel Cámara, vio unos personajes con un mundo interior muy peculiar y eso me atrajo mucho. No eran papeles fáciles. Eran unos personajes extraños. Samuel es de Beniel y ha trabajado con gente de Murcia y de Orihuela y nos conocimos y hemos trabajado juntos como actores en varios proyectos.

 

P.: ¿Qué diferencia hay entre estar delante de la cámara y el escenario?

R. B.: Es diferente. A la hora de construir un personaje lo baso en la construcción teatral porque mis cimientos son el teatro. Cuando te enfrentas a un texto, lo primero que haces es intentar indagar cómo lo creas físicamente. Necesitas hacerle de un cuerpo, de una voz y de unos movimientos, como si fuera un personaje de teatro. Pienso en él, en su forma de caminar, en la forma de expresar, en su energía a la hora de moverse, el ritmo que podía tener. Al principio me cuesta. En la cámara se busca mucha naturalidad, se busca mucha verdad. No hace falta que sea un personaje real pero sí que transmita veracidad, que te lo creas, que te meta en ese universo. Por ejemplo, con el personaje de Margarita en ‘La disculpa’, que fue la primera vez, estaba mucho más nerviosa. Era un personaje mucho más contenido, con mucho corsé, con muchas ataduras en su vida, psicológicamente una mujer muy cerrada. Era contener todo el rato, lo cual al principio era muy complicado. En el siguiente, en ‘Un pie en el estribo’ era una mujer más suelta, tenía más licencia de movimientos. Ahí ya me fui relajando un poco más. Pero lo tendría que ver la gente, no tengo que juzgarlo yo.

 

P.: Hablando un poco en general del teatro, ¿crees que los ciudadanos de la comarca o de Orihuela, en concreto, tienen verdadera afición por él, crees que les gusta?

R. B.: Creo que el teatro gusta, pero van al teatro por cierto compromiso social. Luego se divierten, se ríen y participan, pero el hecho de ir, de moverse, de desplazarse exclusivamente para ir al teatro les cuesta más y en muchas ocasiones lo hacen por el vecino, por los parientes y familiares. Me he dado cuenta de que a la gente de Orihuela le cuesta ir al teatro. Me da cierta pena que venga gente muy grande y muy buena y que vean el teatro casi vacío. También está el tema del IVA cultural, ya que se incrementa tanto la entrada que la gente tiene que diversificar el ocio, y se dividen entre ir al cine, al teatro, a un concierto o salir una vez al mes. Ahí el teatro se resiente.

 

P.: Hablemos un poco más de ti. ¿Cuál sería el papel de tu vida?

R. B.: Siempre intento enfrentarme a los papeles como algo muy novedoso y he sido más de papeles complicados y fuertes, pero el papel de tu vida siempre está por llegar. Ahora, por ejemplo, desde que empecé a enfrentarme a ‘Hécuba’, una adaptación de una tragedia de Eurípides, estaría bien un papel así. El primer montaje que hice en la escuela fue ‘Edipo Rey’ y ahora estoy volviendo a reencontrarme con los clásicos. De hecho, las primeras manifestaciones teatrales que se escribieron, lo primero que el ser humano escribió para representarse y para expresar sus necesidades fueron tragedias. Ahora que estoy volviendo a reencontrarme otra vez con los clásicos los valoro mejor.

 

P: ¿Y quién sería el mejor compañero de escena?

R. B.: Un compañero que sólo con mirarte te entienda. Hay personas con las que me entiendo muy bien, que tengo muchísima química. En el teatro siempre hay una máxima: ‘Ayúdame y te ayudaré’. Cualquier compañero que sólo con mirarte sepa realmente lo que necesitas, y en ese momento te lo dé y te ayude a que tú puedas sacar más cosas, es el compañero perfecto.

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